- elizabethquila
Emociones: Sorpresa
Updated: Sep 16

Para describir la sorpresa voy a valerme de algunos de los puntos del decálogo con que graficó Poe la forma de elaborar un cuento. Porque esta emoción, aunque es neutra a partir de que no tiene una connotación especifica hasta que acontece, ya sea negativa o positiva, debido a que se experimenta de forma inesperada, desencadena estímulos imprevistos. El impacto de la sorpresa es algo que nuestro organismo traduce como fracaso, en nuestro propósito constante de creer que tenemos códigos que nos permite predecir el mundo exterior, hasta que concluimos si el evento es una oportunidad o una amenaza, o algo que aunque nos impacta era lógico que aconteciera. Como el fallecimiento “inesperado” de alguien debido a algún tipo de exceso o una enfermedad mortal. El latido en el corazón de una ruleta rusa.
Volviendo al principio -del porque de la analogía con algunos puntos del decálogo-, un buen cuento comienza por el final, como casi todo. La espontaneidad de un suceso nos ubica en la posición de buscar el motivo que lo originó y es a partir de esto que podemos apreciar u observar todo el proceso y sus consecuencias.
Un sólo efecto, una sola impresión, convoca todo lo que se quiere transmitir o que receptamos en la experiencia; sin embargo, sin importar la brevedad de esta emoción su legado puede afectarnos por siempre. Como, desde ganarse la lotería hasta la noticia de un accidente fatal de un ser querido.
Poe aclaró, respecto al cuento: “Si la lectura se hace en dos veces, las actividades mundanas interfieren destruyendo toda totalidad”. Lo mismo acontece con la sorpresa, esta sólo puede llamarse así cuando el impacto es único y brevísimo, aunque el efecto sea imperecedero, porque sin unidad de sobresalto no puede haber conmoción. Dado que tenemos la capacidad de programarnos psicológica y emocionalmente.
La sorpresa, además de poseer la particularidad de ser positiva o negativa en su neutralidad, también tiene como parte de sus tripas reacciones aprendidas por lo que se espera del sorprendido. Por ejemplo, una petición de matrimonio. En algunos de los casos se responde a esta propuesta sorpresa de manera afirmativa sólo por no contrariar al peticionario o/y a los que forman parte de este suceso. Es decir, la reacción visible la dicta la presión del entorno.
Particularmente no me gustan las sorpresas, como a la mayoría, sin importar cuán bueno sea el propósito del que me la ofrezca, o lo maravilloso de su desenlace. Porque siento que no se está respetando el principio básico que deben tener unos con otros, el de acuerdos claros y específicos.
Así, en conclusión, la sorpresa es un ente inquietante que aunque nos permite arrebatos de alegría y adrenalina, también nos provoca desconcierto y miedo ante lo desconocido.